Territorio, según el diccionario de la Real Academia Española, es
descrito como una “porción de la superficie terrestre perteneciente a una nación,
región, provincia”. Si nos atenemos a esta definición, es seguro que nos
perderemos de la variedad de elementos sociales, políticos y culturales que
circundan este concepto.
Precisamente, este capítulo del trabajo “Gestión cultural y
desarrollo: claves del desarrollo”, publicado por la Agencia Española de
Cooperación Internacional para el Desarrollo y el Ministerio de Asuntos
Exteriores y de Cooperación, centra su análisis en el territorio, concretamente
las ciudades, como generadoras de cultura.
Hablábamos ya con anterioridad en una entrada anterior sobre el
concepto de cultura, vista como un tejido de relaciones sociales. Pues bien, Héctor
Ariel Olmos, autor de la publicación, nos recuerda de cómo éstos mismos tejidos
sociales van, al mismo tiempo, forjando la cultura de una población, en una
dinámica de retroalimentación constante.
Insertos en este tenor, en adición a sus características
geográficas, el territorio se plantea como un espacio de construcción de
entramados culturales, conformados por la pluralidad y heterogeneidad de sus
habitantes.
Este abordaje es el único que podría esperarse a partir del
contexto de la globalización económica y cultural, en el que las ciudades están
integradas por un inmenso abanico de pobladores de distintas etnias, idiomas,
religiones, etc. Simplemente, en nuestro país, aún antes de que se disparara el
proceso globalizador mundial, esta multiplicidad de elementos culturales ya
llevaba siglos gestándose, desde la colonización del territorio mexicano por
los conquistadores españoles y la amalgama de culturas que ocurrió como
resultado.
Este documento, hace
exactamente hincapié en esa particularidad, no solo de México, sino de la
totalidad del subcontinente Latinoamericano, donde los componentes rurales
forman parte de la vida cotidiana, aún en las grandes urbes. En estas
circunstancias, lo óptimo es adaptar, o en su defecto, crear nuevos paradigmas
de gestión cultural para el desarrollo de las comunidades, teniendo siempre en
cuenta que, la convivencia de distintos estilos de vida e idiosincrasias, puede llegar
a ser un caldo de cultivo para manifestaciones culturales riquísimas, tanto
como para que surjan roces entre sus miembros constitutivos.
En un ambiente de tal heterogeneidad (como se ha constituido el
mundo entero en los últimos años), una gestión cultural exitosa, además de
traer desarrollo a la comunidad, tendrá la capacidad de crear lazos de cohesión
entre sus miembros y propiciar la creación de nodos identitarios entre sus diferentes
partículas.
Este proceso se verá especialmente beneficiado por una propagación
de los programas de gestión cultural hacia todos los puntos del territorio en
el que se trabaje, teniendo en cuenta que cada grupo, cada barrio, puede aportar
una cultura propia, por lo que se debe buscar su aprovechamiento y su difusión
dentro de ese territorio, creando lazos entre las diferentes células que lo
componen.
Puedes encontrar este interesante y útil documento completo en: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12251631220171506543435/032181_0001.pdf
Publicado por: Carla Hernández Ramírez
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